lunes, 18 de marzo de 2013

El triunfo de la mentira


                          Pintura: Joachim Patinir, Caronte cruzando la laguna Estigia.


Si infringimos los preceptos legales que forman parte de nuestra vida cotidiana como Estado ¿qué nos queda para no vivir en el caos absoluto? La respuesta podría ser que nos queda nuestra palabra empeñada, nuestros acuerdos informales, eso que en la academia llamamos instituciones informales.

¿Pero si aún así violamos nuestra palabra que nos queda? Podríamos regresar a las normas siempre y cuando no las hayamos vulnerado antes, y sino debemos ajustarnos los cinturones porque se avecinan momentos complejos para gobernantes y gobernados.

La razón es sencilla, tanto que se puede explicar con un ejemplo doméstico: habitualmente se suele decir que nuestros padres son ejemplo de vida para los hijos, y si tenemos hermanos mayores de igual forma; así por ejemplo si veo que mi hermano mayor corrige su libreta o las notas del colegio para que mis padres no se enteren daré por hecho que es un astuto a más no poder (siempre que mis padres no lo pillen); mientras que, si veo que mi padre continuamente rompe sus promesas con nosotros y sus semejantes podré dar por hecho que eso no es del todo malo ¿En todo esto imagino que estamos de acuerdo verdad?.

Volviendo a la cosa nostra, se sabe que en las últimas semanas se abrió un debate en torno a la posible candidatura presidencial del actual mandatario, sorprende de alguna forma la reacción de parte del bando oficialista cual si tuviesen un poder omnímodo, imponiendo la reelección presidencial como si aquellos que vimos las declaraciones del pasado, escuchamos los compromisos a los que llegaron y sabemos que en teoría no podría postularse en virtud a ese acuerdo de caballeros.

Intentando refugiarse en cuestionar dónde estarían los papeles firmados por el que se comprometían a no seguir con la idea de la reelección, no hacen más que usar algo que ya es "moneda  común en el mundo de lo político, las medias verdades" (Vallespín, 2012), cuando no se dan cuenta nuestros gobernantes que lo único que lograrán en el futuro inmediato es de que terminemos los ciudadanos de proyectar en nuestra mente la idea de la falsedad a todo lo que tiene lugar en el mundo de la política, es decir, desconfiaremos aún más de ellos.

Aquí comenzamos a entrar en un terreno peligroso para nuestra democracia, ya hace bastante tiempo la brillante Hannah Arendt (1968) nos lo advirtió, debemos preocuparnos más por cómo puede afectarnos la distorsión política de la verdad de los hechos. Y que no los engañen, en política no hay mentiras piadosas, aquí lo que hay es simplemente verdades racionales, dentro de las que se encuentran las ramas científicas exactas; y verdades factuales que tienen como opuesto a la ilusión y la mentira.

Si bien es cierto por los sondeos de opinión que la actual fuerza política gobernante y su líder gozan de un respaldo ciudadano aún sin precedentes, por qué se siguen haciendo las cosas al revés, en lugar de haber convocado primero a todas sus grassroots para demostrar la necesidad de una nueva postulación y luego entablar una discusión en el parlamento para llevar adelante la reforma constitucional; aquí las cosas se hicieron en el sentido inverso y esto no es muy alentador ya que de alguna forma estaría reflejando un grado de autoritarismo político.

A nosotros los ciudadanos nos corresponde el deber de decir que ya que faltaron a su palabra como buenos padres que son, deberían rectificar su camino y adoptar otra estrategia si no quieren que los políticos sean valorados como ahora pasa en Europa y en España en particular como el tercer problema para su país.

Una versión editada de este artículo fue publicada en el Periódico Página Siete, Suplemento IDEAS, 17 de marzo de 2013, Link:  http://paginasiete.info/web/ideas.aspx?seccion=ideas&fecha=20130318