lunes, 12 de agosto de 2013

El desprecio por la libertad




                   Julio Romero de Torres, El Pecado, 1915.




A estas alturas es largamente conocido el debate entorno a la libertad entre quienes defienden ideologías opuestas como el liberalismo y el comunismo por ejemplo; también, es sabido qué tipo de sistema es el que adoptaron Estados como el nuestro, el segundo mencionado no lo es sin duda.

Sólo para refrescar la memoria, para el comunismo la libertad se encuentra asociada a una noción de satisfacción colectiva de las necesidades, aquí las aspiraciones individuales son consideradas como simples mezquindades y retrasos mentales por decir lo menos parafraseando a algunos tomadores de decisión de hoy; con obvias variaciones y matices a esta particular forma de ejercer política algunos la llaman dictadura de la mayoría, otros más hechos a los modernos dirían democracia de masas, incluso quizás le suene más familiar cuando escuchó llamarlo socialismo del siglo XXI.

El título de esta columna es en cierta forma un homenaje a un clásico de nuestra cultura general, me refiero a John Stuart Mill y su texto "Sobre la libertad", obra de la que lamentablemente desde que se publicó por primera vez allá por el año de 1859 nosotros los humanos poco o nada hemos aprendido de las reflexiones que nos dejó.

Mi queja tiene que ver con un hecho simbólico ocurrido semanas atrás protagonizado por nuestra élite política gobernante,  pero antes de la argumentación me gustaría comenzar con una pregunta ¿vivimos en un sistema democrático? Si su respuesta es rotundamente positiva entonces no siga leyendo por favor esta columna, tampoco lo haga si responde con un rotundo no; en cambio si piensa que efectivamente vivimos en un sistema democrático pero con un largo camino aún por recorrer déjeme que le dé un par de razones más para estar alertas frente a quienes quieren hacernos parecer de que estamos en uno u otro extremo.


Retomando el inicio del párrafo anterior, si asumimos que nos encontramos bajo un sistema democrático entonces por qué se cuestiona una de las libertades básicas del individuo como es la de pensar y opinar; por qué dejamos que a los que opinan de forma diferente al régimen establecido se los llame "libre-pensantes" ¿No nos damos cuenta que al dejar que los que tienen el poder se tomen el derecho de nominar así a sus detractores estamos dejando implícitamente que salga a nuestro frente un muro autoritario que luego será difícil derruir?

No se debe pensar que la noción de autoridad se encuentra necesariamente unida a la idea de libertad, tampoco se debería olvidar que la historia universal está plagada de experiencias en las que o se ponían límites al poder del gobernante sobre los ciudadanos o el futuro que nos espera no será un paseo por el campo precisamente.

Quizás nos falte aún asimilar consciente e inconscientemente que la discusión siempre puede traer como consecuencia un mejor resultado que la simple censura de opiniones, de otra forma no se podría entender cómo el mundo de las ideas se desarrolló en la historia.

Y si lo dicho hasta aquí no le resulta convincente amable lector, existen al menos cuatro motivos que el propio Mill se encargó de legarnos, por los que la libertad de opinión es crucial para nuestra vida política; primero, una opinión censurada puede ser que sea verdadera; segundo, aunque la opinión que haya sido censurada sea equivocada, casi siempre tiene una porción de verdad que merece la pena contrastarse con otras verdades; tercero, aunque la opinión emitida sea completamente verdadera no podrá tener la misma carga de legitimidad si no pasó por un proceso de discusión y reflexión, lo que la puede reducir a un simple prejuicio con poca comprensión; cuarto, unido al tercer punto, la verdad sin discusión corre el riesgo de perderse o debilitarse, lo que la convierte en un simple dogma que impide el desarrollo de la razón y de la experiencia de los individuos.

Finalmente, una frase que resume el tremendo aporte de Mill en este asunto y que invita sin duda a cuestionarnos nuestra libertad individual y colectiva se observa cuando sentencia: La peor ofensa de esta especie [humana] que puede ser cometida consiste en estigmatizar a los que sostienen la opinión contraria como hombres malos e inmorales.


Una versión editada de esta columna fue publicada en el Periódico de Bolivia: Página Siete, Suplemento IDEAS, Página 7: http://paginasiete.info/web/ideas.aspx?seccion=ideas&fecha=20130812