viernes, 14 de enero de 2011

El cambio como proceso o como discurso





Hace pocos años cuando mi primera experiencia laboral se cruzó con la primera presidencia del señor Morales, debía asistir a los actos públicos de la mencionada fuerza política, no porque fuera de mi iniciativa personal, tampoco porque me sintiera parte de esa “multitud sabia” que representa  lo más equivalente a una voz divina. Lo hacía porque de alguna forma los mecanismos institucionales informales se las arreglaban para garantizar la asistencia de los que desarrollábamos actividades laborales públicas mediante sugerencias intimidatorias pecuniarias (descuentos salariales) o peor aún, la sindicación pública de ser enemigo de la “revolución”.
De cualquier manera, curioso ya para entonces a causa de mi formación académica y con este fenómeno político en curso con el cual me sentía brevemente identificado, hasta que emergieron los primeros brotes de intolerancia política (intolerancia manifiesta tanto en el oficialismo como en la oposición), cuando por ejemplo no se permitían manifestaciones públicas en las ciudades donde uno u otro bando era el predominante; decidí hacer una reflexión sobre qué significaba esto del cambio que tanto repetían nuestros gobernantes nacionales.
Al mismo tiempo comenzaba a emerger un líder en el país del norte de características morfológicas distintas a las antes vistas por presidentes de esa nación (sin ser prejuzgado como racista), que al igual que nuestro presidente hablaba de cambio; ambos estando lejos geográficamente y ambos disputándose el manejo de poderes nacionales, obviamente con distinto peso en las relaciones de influencia política a nivel mundial; pero regreso a la idea que los unía: el cambio.
Desde mi punto de vista el señor Morales hizo una jugada astuta en sus discursos públicos, al incluir al termino cambio en nuestra comprensión como un proceso (huelga decir que para los lectores apasionados por el movimiento político del MAS no estoy atribuyendo a este hecho discursivo como el principal para el sostenimiento de su legitimidad, sino que es una más de sus características principales), no como algo que fuera a pasar de inmediato, no como las medidas estructurales de primera generación a la cabeza de don Víctor Paz E. que se caracterizaron por ser medidas de shock inmediato.
Así pues, al posicionar en la agenda pública el “proceso de cambio” se fue erigiendo como liderazgo que necesita continuidad en el tiempo (al menos un par de reelecciones); en contraposición a este, el señor Obama hablaba solamente de cambio en sus discursos (a este respecto ver uno de sus discursos más comentados “Yes we can” hecho en la localidad de New Hampshire), distinto del otro caso de comparación, se mostraba como un líder que sólo esperaba llegar al poder y que en cuanto llegaría todo cambiaría, y efectivamente cambiaron muchas cosas, pero la que más costo político tuvo fue la reforma sanitaria; desde ese momento la oposición de ese país hábilmente se encuentra manejando discursos en contra de que ese cambio jamás llego y que el tiempo se agotó para esperar.
Más recientemente aparece con contundencia mediática la información acerca de los chismes diplomáticos norteamericanos, y el efecto de la noticia como no podía ser de otra manera cae con diferente peso en los países involucrados, haciendo una sencilla observación en la cobertura noticiosa, vemos que en aquellos países europeos donde el estado de bienestar esta siendo muy cuestionado, se hizo una lectura más sobria de la información sin darle mucha credibilidad (a pesar de los españoles, quienes tienen un gusto especial por los programas de “cotilleo”, sino baste ver simplemente las comparaciones de apoyo que tiene una señora ex esposa de un torero con el nivel de apoyo que tiene cualquier político español).
Sin embargo, en las democracias “payasas” (como dijera el flamante premio nobel de literatura) sudamericanas la reacción y el sentimiento de víctimas de un complot internacional a gran escala  por parte de sus gobernantes fue inmediata, la razón es obvia, existe un manejo simbólico sobredimensionado como bandera ideológica y como pretexto para explicar la poca gestión pública alcanzada, no dudo que este manejo mediático tiene un gran peso en nuestra sociedad y que es parte de nuestra cultura política. 
Ahora desde fuera del gobierno como funcionario, cuando se va desarrollando el segundo mandato del Presidente Morales, y desde fuera del país como estudiante puedo ver que efectivamente si cambiaron muchas cosas pero ¿Realmente es un proceso? ¿Efectivamente cambiamos los bolivianos mejorando la tolerancia política indispensable para el mantenimiento de una “buena” democracia? ¿Los mecanismos de pactos políticos que tanto se criticaban ya no existen o los ocupan otros actores? ¿La actitud de las “nuevas” élites gobernantes es completamente distinta a las anteriores?; son preguntas que en el campo de la ciencia política boliviana aún están pendientes de reflexión académica.

1 comentario:

  1. Hola MArce!!

    Enhorabuena por tu blog, espero que tenga una larga vida. Adelante con ello!!! Espero que, como estudiante, vengas algún día a hacernos una visita a los que estamos ahí encerrados...

    Todo lo mejor,

    Rosa.

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