Siguiendo una parte del análisis académico actual que se refiere acerca del tipo de liderazgos como el de nuestro actual Presidente Evo Morales y algunos de sus conocidos alidados, los cuales son descritos en clave neo-populista o de “ola rosada” (Smith,2009), se puede describir a este fenómeno como un movimiento que está al interior de las ideologías, al estar dentro de estas tiene la gran ventaja de poder traspasar las mismas y bautizarse como le de la gana en función del tipo de discurso político que se esgrima para apelar a su supuesta no condición de populista.
Dentro de estas formas de organización política,
siguiendo la línea de F. Freidenberg (en:
la tentación populista) al ser este fenómeno variable y polisémico puede
ser también urbano y/o rural, progresista o conservador, capitalista o
anticapitalista, de masas y de élites,
socialista o fascista, de izquierda o de derecha.
Otro aspecto de importancia en la lectura de estos
liderazgos estaría constituído por el descrédito legitimador hacia partidos
políticos mayoritariamente denominados como tradicionales, lo que suma apoyo al
MAS y otros partidos que otrora fueran considerados en el grupo de las
organizaciones políticas minoritarias; lo que en otros términos Fernando Molina
denomina como “identificación negativa con los partidos políticos tradicionales”,
que posibilita el asenso paulatino al poder partiendo de una movilización
social que en otros términos más elocuentes Carlos Malamud (2010) tituló como
“golpes de calle”.
A propósito de este sentido de caracterizaciones mediante ejmplos
de los neopopulismos, Carlos Malamud (2010) destaca un listado de once
“verdades populistas”, de las cuales se presenta a continuación ocho para las
que se encontraron ejemplos claros y concretos en la política boliviana:
1) Quienes discrepan de
los designios del gobierno y del
caudillo, es decir de los sacrosantos designios del pueblo, son profundamente
antipatriotas: Véase las repetidas declaraciones de altos funcionarios del
gobierno nacional aludiendo a la identificación de traidores de su revolución.
2) Nada de lo que han
hecho mis predecesores en el gobierno ha servido, nada de lo que harán mis
sucededores tampoco, de ahí que la alternancia sea innecesaria: Véase primero
las críticas al antiguo régimen “neoliberal”, el constante discurso que apela a
que la actual gestión económica destaca por su originalidal y rimbombante
título de “socialismo comunitario” estaría sepultando al anterior modelo, además
de las tibias sugerencias de que el pacto político por el cual el actual
Presidente no debería presentarse a las siguientes elecciones generales sería
roto por motivos de una estrategia “envolvente”.
3) Las constituciones
están al servicio del gobierno y no el gobierno al servicio de las
constituciones, de ahí que puedan ser modificadas cuantas veces se estime
conveniente: no sólo esta máxima norma, sino cualquier otra que se ponga en el
camino, véase las declaraciones del Presidente Morales en el sentido de
“meterle nomás” a todo.
4) Si la oposición gana
una elección, nacional, provincial o local, es un golpe de Estado civil contra
el gobierno: véase las innumerables declaraciones de teorías conspiratorias
golpistas en contra del actual gobierno.
5) Los movimientos
sociales no se reprimen, especialmente si son progubernamentales: véase el caso
de la CIDOB versus el del CONISUR en su intento de entrar a la plaza Murillo
hace poco.
6) ¡Queremos ministros que
den pegas! El clientelismo es un tipo de relación social que debe ser
preservada a cualquier precio: véase desde los desfiles de gente portando
archivadores amarillos en plaza Murillo hasta las constantes presiones por
parte de las organizaciones sociales aliadas al actual gobierno que se
encuentran fragmentadas o en pugna por puestos de trabajo y a las que el mismo
Presidente se ha referido en algunas ocaciones.
7) Los pueblos originarios
tienen derechos sobre sus territorios porque llegaron primero, aunque para ello
tuvieran que expulsar previamente a otros pueblos que habían llegado antes:
habría que agregar que se recurre a esto con mayor frecuencia en el discurso
electoral, porque una vez que se alcanza el poder la formula se cambia por la
de siempre y cuando el pueblo originario esté de acuerdo o no con el
gobernante.
8) Sí la justicia
indígena, los usos y costumbres, implica negar la presunción de inocencia,
permitir los castigos corporales y cuestionar la independencia y la
imparcialidad de los jueces, ¡viva la justicia indígena!: véase el caso del ex
dirigente Marcial Fabricano y del ex vicepresidente Cárdenas.