Hace semanas atrás tuvo lugar la presentación oficial del texto
titulado Control Remoto (CR) de Raúl Peñaranda, ex Director del periódico
Página Siete en el que básicamente se denuncia la existencia de medios de
comunicación controlados por el gobierno central, a los que los llama
paraestatales; en concreto, se trataría de ATB, La Razón y PAT.
Por otra parte, el año 2012 se publicó otro texto titulado La
Verdad Secuestrada (LVS) cuyo autor es Sacha Llorenti quien fuera Ministro de
Gobierno del actual gobierno y ahora embajador de Bolivia ante Naciones Unidas;
en su escrito, denuncia la existencia de un poder económico desmedido por parte
de medios de comunicación privados, quienes se encargarían de ejercer el papel
de partidos políticos opositores al margen de hacer trabajo periodístico.
Este contexto general sirve para explicar a continuación la
pertinencia de realizar un análisis comparativo de ambas obras, dejando claro
como advertencia inicial que dicho ejercicio intentará centrarse en algunas características
destacables en la dimensión académica, haciendo a un lado en la medida de lo
posible todo el contexto político y social más cercano a la categoría de novela
policiaca que rodea a ambos textos.
Creo que para nadie es novedad que los medios de comunicación
representan intereses del grupo al que pertenecen sea en el pasado o en el
presente, así como las élites, existen medios de comunicación pro ganaderos,
pro regionalistas, pro gubernamentales, pro partidarios y hasta pro religiosos.
El gran valor de ambas obras es intentar esclarecer esto, pero no mediante el
análisis metodológico, teórico y fundamentado como suele ser un texto
medianamente serio, sino mediante el ataque al enemigo ideológico desde la
trinchera que ocupan.
Desde el punto de vista de las fuentes de información, LVS utiliza
información de oficinas públicas, su repaso con la literatura que maneja es
mayor que CR (aunque no por eso sea lo bastante conciso como para decir que es
una abundante bibliografía), tanto la LVS como CR utilizan estudios de grado de
comunicación social de acuerdo a su opción ideológica, no metodológica. Un
punto débil de CR es el uso de declaraciones clandestinas que hace respecto a
la posición de los medios de comunicación que estudia, obviamente esto le da un
cariz de suspenso al estilo novela negra pero nada más que eso.
Del manejo de información, el uso de los titulares de periódicos
que se hace en LVS es tendencioso porque no explica antes el contexto político
por el que se dan las noticias. LVS lo que hace no es generar una nueva teoría
al respecto o alguna novedad en términos de innovación investigativa, ejerce el
papel de repetidor de ideas de otros libros de acuerdo a los márgenes
ideológicos por los que navega (con esto tampoco debe entenderse que ser
divulgador de ideas sea algo completamente negativo, lo grave es repetir una
idea de alguien que ya lo hizo, en la academia lo usual en estos casos es ir al
autor principal de la cita, no al que lo repite). Un dato curioso al respecto a
la hora de presentar en su segundo capítulo titulado La oligarquía mediática, es que no menciona quiénes son los dueños
de la empresa Akaishi que habrían comprado ATB, La Razón y Extra, como hace con
los otros medios, siendo que la venta se habría realizado el 2009 y el libro
fue publicado el 2012. Esta laguna
informativa es develada en CR, además de su copiosa investigación
hemerográfica, pero al igual que en el anterior caso también como efecto del
curso ideológico que predomina en el autor. Pero también CR tiene su anécdota
contradictoria, en la página 48 cita 32 dice que programas como No Mentirás que
se emite por PAT cumple con los parámetros de periodismo independiente, cuando
se asume la idea de que el control del medio por parte de un grupo como en este
caso el gobierno no debería dejar dudas respecto a la imposibilidad de llevar
adelante este tipo de programas.
Uno tiene la sensación de que al margen de las elevadas dosis de
bilis con las que se escriben ambas publicaciones llenas de adjetivos, también
existe una gran pugna por el poder económico y el poder político, así en un
lado del ring se encuentra el gobierno que de cierto tiene el poder político y
cada vez más intenta controlar el poder económico, transmutado aquí en los
medios de comunicación; mientras que en el otro lado de las cuerdas tenemos a
los medios privados que si bien tienen poder económico, no tienen el poder
político y se encuentran en clara desventaja frente al poder constituido porque
este se empeña en poner las trabas necesarias, haciendo que la competencia
exista en la teoría pero que en la práctica sea injusta.
Al final de la lectura de ambas obras, uno puede llegar a
conclusiones distintas según sea el gusto, por ejemplo: qué malditos estos
medios de comunicación privados que tergiversan la verdad y que están contra el
proceso de cambio; o, qué desgraciados estos del gobierno que están manipulando
a los medios de comunicación para que las noticias sean como a ellos les gusta.
Lo que genera como efecto lo que los politólogos acostumbramos llamar como
polarización política.
El tener al frente estas dos publicaciones es un arma de doble
filo: podría decirse que enriquece el pluralismo, pero dado el contexto y el
motivo por el que fueron concebidas, también puede decirse que aportan más a la
polarización y el enfrentamiento.
Aquí se trata como aquel nobel de literatura polaco que escribió
una vez El Pensamiento Cautivo, cada
uno quiere darnos de su medicina llamada Ketman para dominarnos, de nosotros
depende el regular la dosis para que no lleguemos a un ataque de sobredosis en
el que terminemos enfrentados. Para poner un ejemplo al respecto: CR afirma en
reiteradas ocasiones que el Presidente Morales dijo que ahora quedan 10 o 20 %
de medios opositores, mientras que LVS se abraza de otra cita del Presidente en
la que expresa el pedido a los medios estatales de realizar cobertura siempre a
todos incluidos opositores, pero que oportunamente los otros medios privados le
permitan aclarar los problemas que surjan.
Pero no todo es malo, en todo caso es plausible que la gente haya
leído las dos o al menos una de las obras a las que se hace referencia, porque
de esta forma esto hace sentir más optimista a quienes con espanto recibimos la
noticia este año de que en Bolivia solamente cinco de cada cien tienen hábito
de lectura, si es así al menos con que se lean estos best-sellers ya avanzamos algo.
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