Cómo ya se refirió a Vd. Robert Michels en una misiva anterior me gustaría comenzar con una delclaración un tanto personal contándole que fui una de las primeras personas que se ocupó de estudiar este fenómeno de las élites allá por 1896.
Ansioso por comenzar a explicarle los elementos de mi posición académica que espera tener algún eco en Vd. o en otra persona que se sienta curiosa de analizar a los gobernantes desde esta perspectiva, me atrevo a formularle mi primer punto sobre esta cuestión; mi tesis en cuestión parte de la noción de que cualquier gobierno se encuentra regido siempre por una minoría organizada, lo que en primera instancia denominé como clase política (para mayores referencias que no se pueden explicar en esta escueta misiva le sugiero revisar mi libro traducido al español titulado: La Clase Política).
Está demás decir que Vd. forma parte de una minoría organizada puesto que viene de un sector indígena que si bien se precia en muchos aspectos de ser la mayoría social en su país, pero como ya le dijo el señor Michels anteriormente, Vd. es en última instancia representación de una minoría; por otra parte, mucha gente desconoce (o no acepta) que al final sólo existen dos clases de personas: la de los gobernantes y la de los gobernados. La primera, que es siempre la menos numerosa, desempeña todas las funciones políticas, monopoliza el poder y disfruta de las ventajas que a él van unidas; mientras que la segunda, más numerosa, es dirigida y regulada por la primera y a ella le proporciona, al menos aparentemente, los medios materiales de subsistencia y los que son necesarios para la vitalidad del movimiento político correspondiente.
Esta clase política (élite) justifica su poder apoyándolo en una creencia o en un sentimiento generalmente aceptados en esa época y en ese pueblo; estas minorías gobernantes como a las que Vd. pertenece tienen ciertas cualidades “especiales” respecto a las mayorías, lo que las otorga cierta superioridad, en otras palabras deben poseer algún requisito, verdadero o aparente, que sea altamente apreciado y se valore mucho en la sociedad donde viven. Por lo tanto, que la élite gobernante sea diferente a la que gobernaba antes no es garantía de que sea diametralmente diferente en términos de administración del poder.
Publicado en el periódico Páfina Siete: http://paginasiete.info/web/ideas.aspx?seccion=ideas&fecha=20110508
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