lunes, 7 de enero de 2013

El Autoritarismo Competitivo en Bolivia





Hace un par de meses atrás tuvo lugar un intercambio de opiniones en el periódico Página Siete entre los columnistas Fernando Molina y Alejandro Almaraz, el segundo manifestándose respecto a que el actual gobierno se encuentra más cerca de un fascismo (11/09/12) y el primero replicando respecto a que el MAS no sería fascista (16/09/12) básicamente por razones históricas ya que la mencionada categoría habría muerto con el fin del Duce por decir algo.

Afortunadamente para la comunidad académica y muy a pesar del señor Molina quien afirma que el principal deporte de nosotros los politólogos es definir al gobierno del MAS cual si fuera una obsesión de otra galaxia, debo decir que el mundo de la ciencia política va sin ninguna duda más allá de esa mera reducción de crear tipos y formas de gobierno. Sin embargo, como no es objetivo principal poner en entre dicho los posibles errores circunstanciales de uno, permítaseme antes de continuar, afirmando el profundo respeto a las opiniones y escritos de los dos articulistas mencionados, su trayectoria y trabajo está por demás demostrado.

Dicho esto, me gustaría contribuir al debate mencionado al inicio sobre nuestro fenómeno político gobernante en la actualidad (no por deporte sino por curiosidad y placer mas bien) con una breve reseña de un texto que vio la luz el año 2010 y que en Bolivia solamente hasta ahora (que yo sepa) el sociólogo Franco Gamboa se encargó de referirlo públicamente en uno de sus recientes trabajos publicados[1].

La manipulación electoral, el acceso injusto a los medios de comunicación, el abuso de los recursos estatales (públicos) y una variada gama de grados de acoso y violencia sesgando el juego justo de la democracia a favor de los titulares del poder (élites gobernantes) (Pág.3). Así inicia el texto Competitive Authoritarianism de Levistky y Way[2] que describe con rigor académico y base empírica un tipo de régimen que aparece a partir del fin de la guerra fría (este es el corte temporal de la investigación que se extiende hasta nuestros días) y que indaga desde una perspectiva global algunos países que aparentemente se habrían vuelto democracias y otros que dejaron de ser comunistas para ser simples autoritarismos.

El objetivo central de este libro es intentar ir más allá de asumir que estos regímenes se encuentran en transición democrática, para preguntarse por qué algunos se democratizaron y otros no. De forma más extendida: ¿por qué algunos autoritarismos competitivos se democratizaron durante el fin de la guerra fría, mientras otros permanecieron como tales y otros definitivamente le dieron la espalda a la democracia?, la razón que dan los autores a esta cuestión, permanece en dos factores: los vínculos con el mundo Occidental y la fortaleza del partido gobernante junto a las organizaciones estatales. Es decir, en aquellos lugares donde el vínculo con Occidente es alto los autoritarismos competitivos se democratizaron; cuando la relación es baja los resultados del régimen dependen enteramente de los gobernantes. Donde el Estado y el partido de gobierno con sus estructuras estaban bien organizadas y cohesionadas, los regímenes permanecen estables y autoritarios; donde ambos factores se encuentran en desarrollo o falta cohesión los regímenes son inestables.

¿Qué son los autoritarismos competitivos? Son regímenes civiles en los que la democracia  formal con su institucionalidad existe y son extensamente vistos como el principal medio para ganar el poder, pero en estos contextos los titulares del poder (élites gobernantes) abusan de su posición privilegiada, lo que les coloca en un sitio significativamente aventajado respecto a los demás en la competencia con sus oponentes. Dichos regímenes son competitivos en el sentido que los partidos de oposición utilizan las instituciones de la democracia para competir seriamente por el poder, pero ellos no son democráticos ya que el juego de la democracia es altamente sesgado a favor de los gobernantes aventajados, en otras palabras: la competencia es real pero injusta, en consecuencia, el autoritarismo competitivo es un tipo de  régimen híbrido, con importantes características entre democracia y autoritarismo.

A partir de una noción básica de democracia ampliamente extendida y aceptada de la que es autor intelectual R. Dahl, los autores Levitsky y Way siguen la concepción de lo democrático en base a cinco atributos: la existencia de un razonable juego justo entre oficialismo y oposición, obviamente sin olvidar que los gobernantes gozan de una ligera ventaja que a menudo se traduce en relaciones clientelares; pork-barrel spending (lo que en nuestra criolla forma de hacer política sería como el uso/abuso de políticas y legislación para favorecer espacios locales con claro objetivo electoralista ¿a alguien le suena eso del un Presidente de gira constante por los pueblos y regiones entregando en metálico y en especies todo tipo de cosas?) y el privilegiado acceso a los medios de comunicación. Huelga decir que en las democracias establecidas si bien algunas de estas características están presentes no suelen minar por lo general la capacidad de la oposición para competir por el poder. Cuando el oficialismo manipula las instituciones estatales y los recursos de forma tan excesiva y unilateral que limita seriamente la competición política, entonces esto si que es incompatible con la democracia.

Respecto a dos dimensiones que tienen que ver con la descripción de este tipo de régimen: elecciones libres y justas con derechos civiles, en los autoritarismos competitivos se encuentra que algunos gobernantes actúan sesgando la competencia política de tal forma que no pueda ser visto como una violación de los derechos civiles; por ejemplo cerrando o censurando medios de comunicación, lo cual constituye una clara violación de las libertades civiles, en este momento el oficialismo se convierte en el partido que controla todos o algunos medios de comunicación privados (para esto se sirve incluso de relaciones informales con arreglos clientelistas).

También, es importante distinguir entre autoritarismo competitivo y no competitivo, los autores definen a un no competitivo autoritarismo como un régimen en el que no es viable la existencia de canales por los que la oposición pueda competir legalmente por el poder ejecutivo. Esta categoría incluye regímenes cerrados como Cuba, China o Arabia Saudí. Un régimen hegemónico como los casos mencionados se define como el sitio en el que las instituciones democráticas existen en el papel pero son reducidos a una  simple fachada en la práctica. En estos regímenes hegemónicos las elecciones son empañadas por la represión, las restricciones a los candidatos y/o el posible fraude electoral en los resultados.

En cambio, los autoritarismos competitivos se distinguen porque los canales y mecanismos constitucionales existen para que los grupos de oposición compitan por el poder. Los procesos electorales son llevados con regularidad y los partidos de oposición pueden abrir sus oficinas, reclutar candidatos, organizar su campaña y los políticos son raramente exiliados o encarcelados. En resumen, los procedimientos democráticos son suficientemente significativos para que los grupos opositores se planteen la competencia por el poder.

Entonces aquí entra en juego otra cuestión: ¿qué es lo que distingue a los autoritarismos competitivos de la democracia? La respuesta que ofrece el texto es que el oficialismo abusa de lo público violando al menos uno de los tres atributos que definen a la democracia: 1. elecciones libres; 2. Clara protección de libertades civiles; y 3. Una razonable competencia política.

Respecto a las elecciones libres, estas pueden ser empañadas porque los miembros activistas de la oposición sufren intimidaciones constantes, incluso llegando a darse este acoso hacia los votantes en general y los veedores electorales, otro hecho que forma parte de este tipo de autoritarismo es la negativa a entrar en todas las áreas geográficas a la oposición para hacer campaña electoral.

Respecto a las libertades civiles, en el autoritarismo competitivo estas existen nominalmente y son parcialmente respetadas; para demostrar lo dicho, aquí los políticos de oposición, jueces independientes, periodistas, y cualquier crítico al gobierno de este autoritarismo corre el riesgo de ser juzgado injustamente, arrestado, o en otros casos atacados violentamente. Para los medios de comunicación que no son progubernamentales lo que les espera con probabilidad es la amenaza, el ataque, el cierre y/o suspensión.

En el acceso a los medios, en muchos autoritarismos competitivos el Estado controla la televisión y sino es toda al menos las radioemisoras; al mismo tiempo, periódicos y revistas independientes pueden circular libremente pero generalmente su alcance es limitado a una reducida élite urbana.

El texto incluye además del rico sustento teórico que desafía con una categoría conceptual reciente a pensar en términos geográficos globales, ya que el estudio abarca treinta y cinco países en cuatro continentes (excepto Oceanía). Todo este escrito puede servir al lector para elaborar su propia impresión acerca de si estamos frente a un autoritarismo competitivo o no, y si es así ¿en qué dirección estaremos yendo de cara al futuro? ¿Hacia la democracia o hacia un autoritarismo no competitivo?


[1] Teorías de la democracia en pugna: una evaluación crítica del sistema político en Bolivia. (2011). Franco Gamboa. Bolivia: Konrad Adenauer Stiftung e.V.
[2] Competitive Authoritarianism after de cold war. (2010). Steven Leviysky y Lucan Way. Cambridge: Cambridge Press.


Una versión editada de este artículo fue publicado en el periódico boliviano Página Siete, suplemento IDEAS, 9 de diciembre de 2012: http://paginasiete.info/web/ideas.aspx?seccion=ideas&fecha=20121209

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