Hace un par de meses atrás tuvo lugar un
intercambio de opiniones en el periódico Página Siete entre los columnistas
Fernando Molina y Alejandro Almaraz, el segundo manifestándose respecto a que
el actual gobierno se encuentra más cerca de un fascismo (11/09/12) y el
primero replicando respecto a que el MAS no sería fascista (16/09/12)
básicamente por razones históricas ya que la mencionada categoría habría muerto
con el fin del Duce por decir algo.
Afortunadamente para la comunidad académica y
muy a pesar del señor Molina quien afirma que el principal deporte de nosotros
los politólogos es definir al gobierno del MAS cual si fuera una obsesión de
otra galaxia, debo decir que el mundo de la ciencia política va sin ninguna
duda más allá de esa mera reducción de crear tipos y formas de gobierno. Sin
embargo, como no es objetivo principal poner en entre dicho los posibles
errores circunstanciales de uno, permítaseme antes de continuar, afirmando el
profundo respeto a las opiniones y escritos de los dos articulistas
mencionados, su trayectoria y trabajo está por demás demostrado.
Dicho esto, me gustaría contribuir al debate mencionado
al inicio sobre nuestro fenómeno político gobernante en la actualidad (no por
deporte sino por curiosidad y placer mas bien) con una breve reseña de un texto
que vio la luz el año 2010 y que en Bolivia solamente hasta ahora (que yo sepa)
el sociólogo Franco Gamboa se encargó de referirlo públicamente en uno de sus
recientes trabajos publicados[1].
La manipulación electoral, el acceso injusto a
los medios de comunicación, el abuso de los recursos estatales (públicos) y una
variada gama de grados de acoso y violencia sesgando el juego justo de la
democracia a favor de los titulares del poder (élites gobernantes) (Pág.3). Así
inicia el texto Competitive
Authoritarianism de Levistky y Way[2]
que describe con rigor académico y base empírica un tipo de régimen que aparece
a partir del fin de la guerra fría (este es el corte temporal de la
investigación que se extiende hasta nuestros días) y que indaga desde una
perspectiva global algunos países que aparentemente se habrían vuelto
democracias y otros que dejaron de ser comunistas para ser simples
autoritarismos.
El objetivo central de este libro es intentar
ir más allá de asumir que estos regímenes se encuentran en transición
democrática, para preguntarse por qué algunos se democratizaron y otros no. De
forma más extendida: ¿por qué algunos autoritarismos competitivos se
democratizaron durante el fin de la guerra fría, mientras otros permanecieron
como tales y otros definitivamente le dieron la espalda a la democracia?, la
razón que dan los autores a esta cuestión, permanece en dos factores: los
vínculos con el mundo Occidental y la fortaleza del partido gobernante junto a
las organizaciones estatales. Es decir, en aquellos lugares donde el vínculo
con Occidente es alto los autoritarismos competitivos se democratizaron; cuando
la relación es baja los resultados del régimen dependen enteramente de los
gobernantes. Donde el Estado y el partido de gobierno con sus estructuras
estaban bien organizadas y cohesionadas, los regímenes permanecen estables y
autoritarios; donde ambos factores se encuentran en desarrollo o falta cohesión
los regímenes son inestables.
¿Qué son los autoritarismos competitivos? Son
regímenes civiles en los que la democracia
formal con su institucionalidad existe y son extensamente vistos como el
principal medio para ganar el poder, pero en estos contextos los titulares del
poder (élites gobernantes) abusan de su posición privilegiada, lo que les
coloca en un sitio significativamente aventajado respecto a los demás en la
competencia con sus oponentes. Dichos regímenes son competitivos en el sentido que
los partidos de oposición utilizan las instituciones de la democracia para
competir seriamente por el poder, pero ellos no son democráticos ya que el
juego de la democracia es altamente sesgado a favor de los gobernantes
aventajados, en otras palabras: la competencia es real pero injusta, en
consecuencia, el autoritarismo competitivo es un tipo de régimen híbrido, con importantes
características entre democracia y autoritarismo.
A partir de una noción básica de democracia
ampliamente extendida y aceptada de la que es autor intelectual R. Dahl, los
autores Levitsky y Way siguen la concepción de lo democrático en base a cinco
atributos: la existencia de un razonable juego justo entre oficialismo y
oposición, obviamente sin olvidar que los gobernantes gozan de una ligera
ventaja que a menudo se traduce en relaciones clientelares; pork-barrel spending (lo que en nuestra
criolla forma de hacer política sería como el uso/abuso de políticas y
legislación para favorecer espacios locales con claro objetivo electoralista ¿a
alguien le suena eso del un Presidente de gira constante por los pueblos y
regiones entregando en metálico y en especies todo tipo de cosas?) y el
privilegiado acceso a los medios de comunicación. Huelga decir que en las democracias
establecidas si bien algunas de estas características están presentes no suelen
minar por lo general la capacidad de la oposición para competir por el poder.
Cuando el oficialismo manipula las instituciones estatales y los recursos de
forma tan excesiva y unilateral que limita seriamente la competición política,
entonces esto si que es incompatible con la democracia.
Respecto a dos dimensiones que tienen que ver
con la descripción de este tipo de régimen: elecciones libres y justas con derechos
civiles, en los autoritarismos competitivos se encuentra que algunos
gobernantes actúan sesgando la competencia política de tal forma que no pueda
ser visto como una violación de los derechos civiles; por ejemplo cerrando o
censurando medios de comunicación, lo cual constituye una clara violación de
las libertades civiles, en este momento el oficialismo se convierte en el
partido que controla todos o algunos medios de comunicación privados (para esto
se sirve incluso de relaciones informales con arreglos clientelistas).
También, es importante distinguir entre autoritarismo
competitivo y no competitivo, los autores definen a un no competitivo autoritarismo
como un régimen en el que no es viable la existencia de canales por los que la
oposición pueda competir legalmente por el poder ejecutivo. Esta categoría
incluye regímenes cerrados como Cuba, China o Arabia Saudí. Un régimen
hegemónico como los casos mencionados se define como el sitio en el que las
instituciones democráticas existen en el papel pero son reducidos a una simple fachada en la práctica. En estos
regímenes hegemónicos las elecciones son empañadas por la represión, las
restricciones a los candidatos y/o el posible fraude electoral en los
resultados.
En cambio, los autoritarismos competitivos se distinguen
porque los canales y mecanismos constitucionales existen para que los grupos de
oposición compitan por el poder. Los procesos electorales son llevados con
regularidad y los partidos de oposición pueden abrir sus oficinas, reclutar
candidatos, organizar su campaña y los políticos son raramente exiliados o
encarcelados. En resumen, los procedimientos democráticos son suficientemente
significativos para que los grupos opositores se planteen la competencia por el
poder.
Entonces aquí entra en juego otra cuestión: ¿qué
es lo que distingue a los autoritarismos competitivos de la democracia? La
respuesta que ofrece el texto es que el oficialismo abusa de lo público
violando al menos uno de los tres atributos que definen a la democracia: 1.
elecciones libres; 2. Clara protección de libertades civiles; y 3. Una razonable
competencia política.
Respecto a las elecciones libres, estas pueden
ser empañadas porque los miembros activistas de la oposición sufren
intimidaciones constantes, incluso llegando a darse este acoso hacia los
votantes en general y los veedores electorales, otro hecho que forma parte de
este tipo de autoritarismo es la negativa a entrar en todas las áreas
geográficas a la oposición para hacer campaña electoral.
Respecto a las libertades civiles, en el
autoritarismo competitivo estas existen nominalmente y son parcialmente
respetadas; para demostrar lo dicho, aquí los políticos de oposición, jueces
independientes, periodistas, y cualquier crítico al gobierno de este
autoritarismo corre el riesgo de ser juzgado injustamente, arrestado, o en
otros casos atacados violentamente. Para los medios de comunicación que no son
progubernamentales lo que les espera con probabilidad es la amenaza, el ataque,
el cierre y/o suspensión.
En el acceso a los medios, en muchos
autoritarismos competitivos el Estado controla la televisión y sino es toda al
menos las radioemisoras; al mismo tiempo, periódicos y revistas independientes
pueden circular libremente pero generalmente su alcance es limitado a una
reducida élite urbana.
[1] Teorías de la democracia en pugna: una evaluación
crítica del sistema político en Bolivia. (2011). Franco Gamboa. Bolivia: Konrad Adenauer
Stiftung e.V.
[2] Competitive Authoritarianism after de cold
war. (2010). Steven
Leviysky y Lucan Way. Cambridge: Cambridge Press.
Una versión editada de este artículo fue publicado en el periódico boliviano Página Siete, suplemento IDEAS, 9 de diciembre de 2012: http://paginasiete.info/web/ideas.aspx?seccion=ideas&fecha=20121209
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