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Asumiendo que a nadie se le escapa la idea de
los huevos de chocolate kínder que en su interior llevan siempre un regalo para
quien además de disfrutar el cuestionado antidepresivo se regocije armando el
juguetito que contiene, mientras observo con temeridad y asombro como los
miembros de la policía (de traje oficial y de civil) junto a miembros del
ejército organizan sendos y largos controles de seguridad a lo largo de todos
los alrededores de la plaza Tiananmen durante la semana que tiene lugar el Congreso del Partido Comunista de
China en Beijin (8-15 de noviembre).
Vuelvo a mirar el huevo kínder que me estoy
comiendo y devuelvo la mirada a un uniformado que lleva consigo un extinguidor
de fuego como única arma visible, supongo que para reaccionar en caso de que
alguien se salte los controles de seguridad e intente hacer eso que algunos
activistas logran hacer en el Tibet desde hace tiempo.
Giro a mi derecha para ver nuevamente el
control de seguridad que ya pasé y observo cómo de un lado un policía realiza
un interrogatorio exhaustivo y con verdadera voz de mando a una persona que
aparenta humildad y sencillez en su vestir, de hecho el color de su piel morena
me recuerda a mucha gente de similares rasgos de nuestro altiplano boliviano;
pero lo que realmente me llama la atención es ver a una pareja de chinos que en
apariencia van vestidos de acuerdo al último grito de la moda y que además el
color de su piel contrasta perfectamente con el otro individuo al que siguen
haciendo preguntas y registrando hasta el último de sus rincones, mientras a la
pareja fashion simplemente se les
revisa el documento de identidad y ni siquiera una pregunta o roce con sus
vestimentas se les abre paso de inmediato, lo mismo pasa con los siguientes dos
extranjeros que están en la fila y que van cargados de mochilas de enorme
tamaño que cualquiera pudiera pensar llevan algo sospechoso; pero no, los dejan
pasar sin siquiera ver sus pasaportes, mientras tanto el otro hombrecillo sigue
respondiendo las razones de su atribulado viaje y su aspiración máxima de
entrar en la plaza del "pueblo" para llevarse de recuerdo una imagen
de la misma y si es posible con el retrato de su máximo líder Mao.
Giro nuevamente en dirección a mi camino (me
espera otro control de seguridad antes de llegar a mi destino) que es el centro
de la plaza y contemplar desde ahí además del monumento a los héroes del pueblo,
el esplendor que irradia este crecimiento sin parangones en la historia que se
está protagonizando en esta tierra.
Mientras guardo el juguete que lleva mi huevo
kínder para armarlo luego, observo el cielo completamente nublado, es que es la
tónica diaria de casi todas las grandes ciudades en China, de inmediato me
viene a la cabeza ese arrollador dato que ofrece Niall F. en su libro Occidente y el resto (2012) de que lo
que a Gran Bretaña le costo 70 años en construir su revolución industrial a los
chinos les ocupó solamente 26, claro alguna factura tendría que tener ese
acelerado proceso; de hecho es uno de los puntos centrales a los que se refirió
en saliente Presidente Hu Jintao en el discurso de inauguración de su Congreso
(más adelante diré los otros puntos). De inmediato me distrae mi acompañante
para señalarme el Rolls-Royce que va
circulando, (este es el undécimo que cuento entre Shanghai y Beijin), al
principio contaba la cantidad de Porsche
que habían pero es imposible porque los hay como minibuses por la Pérez Velasco
en La Paz, y ni qué decir de coches americanos, aquí el consumo de lujo cada
vez deja de ser un placer de pocos, se ha extendido hasta capas más bajas de la
élite gobernante; en realidad no se podría hablar de división de clases en
China por ahora pero diría a grosso modo
que podrían dividirse en tres grupos: los que no tienen nada, los que tienen
algo y los que tienen mucho.
Finalmente, llego al centro de la plaza desde
la que puede disfrutarse a los alrededores la entrada a la ciudad prohibida,
flanqueada por un retrato pintado de Mao, el Palacio del Congreso chino, el
mausoleo de Mao y el museo de China; o sea el mero centro del "Reino del Medio",
desde aquí repaso las notas que tomé del discurso del Presidente Hu Jintao la
noche pasada en la inauguración del Congreso de su partido.
Al espíritu de su política la tituló como
socialismo de características chinas (¿a alguien le es familiar eso de
socialismo del siglo XXI?) que consiste en atender en los siguientes diez años
temas claves como reducir la brecha en la desigualdad de oportunidades,
implementar un plan que promueva el desarrollo económico, político,
cultural, social y ecológico sostenido;
se dice que este último aspecto es el que más resaltó respecto a sus anteriores
intervenciones, y no es por pocas razones, considerando los niveles de
contaminación que sufre la gente que vive en China.
También hizo referencia explícita a combatir la
corrupción, creo que a todos nos viene a la mente el caso Bo Xilai, abrió un
debate para hacer enmiendas a las normas para acercar más al ciudadano a sus
gobernantes en lo político; sin embargo, fue enfático al señalar que China
jamás asumirá un modelo de democracia Occidental. Hasta ahora parece ser que
este país se está comportando a la altura de su posición y condiciones
externas, ya que gran parte de lo señalado en su discurso de 90 minutos por
parte de Hu Jintao atiende también las cuestiones que le viene haciendo al
comunidad internacional y algunos analistas.
Resumiendo la idea que lleva por título esta
columna e intentando recapitular lo dicho hasta ahora diría que el actual
modelo chino se asemeja gráficamente a un huevo kínder de edición especial que
consiste en: un envoltorio de color rojo chillón tan atractivo que recuerda a
las sangrientas batallas internas y externas (sobre todo contra Japón) que
libraron los comunistas, en suma, lo que hace sentir a los chinos orgullosos de
ser chinos; el chocolate que lleva dentro no es cualquiera, es uno de sabor
especial con un aderezado de licor que es suficientemente seductor y delicioso
como para pedir más raciones del mismo, así como la histórica frase de Deng Xiaoping en el inicio de
la apertura económica China acerca de que no importa de qué color es el gato,
lo que importa es que pueda cazar al ratón; así pues a muchos chinos les
importa poco lo que sus gobernantes hagan a su costa mientras no obstaculicen
sus negocios ni el consumo de cualquier bien que quieran comprar; por tanto, lo
que pasa en otros contextos como la famosa primavera árabe o las críticas duras
que algunos analistas hacen respecto al descontento chino en lo político no
creo que realmente sea efectivo, al menos por ahora.
Finalmente, se encuentra el juguete en el
huevo, que no es otra cosa que el producto material que día a día los chinos
que tienen poco y los que tienen mucho se empeñan en adquirir de acuerdo con la
tendencia de la última moda, no creo que haya mejor sitio en el mundo ahora
mismo en el que se pueda comprobar el triunfo del liberalismo económico en
contexto de ideología opuesta. Aquí los gobernantes han logrado a mi juicio
algo que en otros contextos occidentales otros no pudieron hacer, y es que la
desafección por la política es inversamente proporcional al deseo irrefrenable
por la satisfacción económica que anhelan los chinos.
Este artículo fue publicado en una versión editada en el periódico Página Siete, suplemento IDEAS, 13 de enero de 2013, Página 6, link: http://paginasiete.info/web/ideas.aspx?seccion=ideas&fecha=20130115
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