Pintura: Joachim Patinir, Caronte cruzando la laguna Estigia.
Si infringimos los preceptos legales que forman
parte de nuestra vida cotidiana como Estado ¿qué nos queda para no vivir en el
caos absoluto? La respuesta podría ser que nos queda nuestra palabra empeñada,
nuestros acuerdos informales, eso que en la academia llamamos instituciones
informales.
¿Pero si aún así violamos nuestra palabra que
nos queda? Podríamos regresar a las normas siempre y cuando no las hayamos
vulnerado antes, y sino debemos ajustarnos los cinturones porque se avecinan
momentos complejos para gobernantes y gobernados.
La razón es sencilla, tanto que se puede
explicar con un ejemplo doméstico: habitualmente se suele decir que nuestros
padres son ejemplo de vida para los hijos, y si tenemos hermanos mayores de igual
forma; así por ejemplo si veo que mi hermano mayor corrige su libreta o las
notas del colegio para que mis padres no se enteren daré por hecho que es un
astuto a más no poder (siempre que mis padres no lo pillen); mientras que, si
veo que mi padre continuamente rompe sus promesas con nosotros y sus semejantes
podré dar por hecho que eso no es del todo malo ¿En todo esto imagino que
estamos de acuerdo verdad?.
Volviendo a la cosa nostra, se sabe que en las últimas semanas se abrió un debate
en torno a la posible candidatura presidencial del actual mandatario, sorprende
de alguna forma la reacción de parte del bando oficialista cual si tuviesen un
poder omnímodo, imponiendo la reelección presidencial como si aquellos que
vimos las declaraciones del pasado, escuchamos los compromisos a los que
llegaron y sabemos que en teoría no podría postularse en virtud a ese acuerdo de caballeros.
Intentando refugiarse en cuestionar dónde
estarían los papeles firmados por el que se comprometían a no seguir con la idea
de la reelección, no hacen más que usar algo que ya es "moneda común en el mundo de lo político, las medias
verdades" (Vallespín, 2012), cuando no se dan cuenta nuestros gobernantes
que lo único que lograrán en el futuro inmediato es de que terminemos los
ciudadanos de proyectar en nuestra mente la idea de la falsedad a todo lo que
tiene lugar en el mundo de la política, es decir, desconfiaremos aún más de
ellos.
Aquí comenzamos a entrar en un terreno
peligroso para nuestra democracia, ya hace bastante tiempo la brillante Hannah
Arendt (1968) nos lo advirtió, debemos preocuparnos más por cómo puede
afectarnos la distorsión política de la verdad de los hechos. Y que no los
engañen, en política no hay mentiras piadosas, aquí lo que hay es simplemente
verdades racionales, dentro de las que se encuentran las ramas científicas exactas;
y verdades factuales que tienen como opuesto a la ilusión y la mentira.
Si bien es cierto por los sondeos de opinión
que la actual fuerza política gobernante y su líder gozan de un respaldo
ciudadano aún sin precedentes, por qué se siguen haciendo las cosas al revés,
en lugar de haber convocado primero a todas sus grassroots para demostrar la necesidad de una nueva postulación y
luego entablar una discusión en el parlamento para llevar adelante la reforma
constitucional; aquí las cosas se hicieron en el sentido inverso y esto no es
muy alentador ya que de alguna forma estaría reflejando un grado de autoritarismo
político.
A nosotros los ciudadanos nos corresponde el
deber de decir que ya que faltaron a su palabra como buenos padres que son,
deberían rectificar su camino y adoptar otra estrategia si no quieren que los
políticos sean valorados como ahora pasa en Europa y en España en particular
como el tercer problema para su país.
Una versión editada de este artículo fue publicada en el Periódico Página Siete, Suplemento IDEAS, 17 de marzo de 2013, Link: http://paginasiete.info/web/ideas.aspx?seccion=ideas&fecha=20130318
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