Francisco de Goya, Duelo a Garrotazos o la Riña
A menudo solemos
atribuir a la formación educativa en las escuelas como uno de los factores estructurales del desarrollo o
postergación de nuestras sociedades, esta conclusión por lo general es
recurrente en reuniones informales en las que además de haber agotado el tema
del fútbol y la religión intentamos arreglar el mundo por esta vía.
Al respecto, intentaré
en lo que sigue no caer en esa espiral infinita de argumentaciones cotidianas
apoyándome en el texto Paradorcito eres,
¿no?. Radiografía de la violencia escolar en La Paz y El Alto. De los
investigadores Juan Yhonny Mollericona Pajarito, Javier Copa Uyuni y María
Luisa Cadena Torrez; publicado por el PIEB el 2011.
Confieso que mi
reflexión sobre este tema no será complicada porque en la mencionada
publicación se hace un ingenioso e interesante análisis de la violencia
estudiantil (bullying en inglés).
También puede tomarse esta columna en el sentido de una reseña de texto, pero
no de una de esas en las que se buscan por todos los lados los puntos flacos y
comienzan los disparos de críticas, y es que la publicación a la que se hace
referencia no hace más que engrosar un cúmulo de puntos que son claves y que
están vinculados con una parte de nuestra cultura política en particular.
Para poner en
contexto, el libro dice que el acoso escolar "no sólo implica que un(a)
estudiante se "meta" con otro(a), es decir, que lo agreda, es más que
eso: es dolor; es miedo; es rabia por no poder contestar la agresión, por no
poder devolver la burla, el insulto" (2011:XI). Es decir, las formas de
violencia no necesariamente son físicas, otro de los aportes de los
investigadores al respecto es que la violencia entre iguales (alumnos) al
interior de las escuelas se presenta como un problema que involucra relaciones
de poder y desigualdad que son transversales a la vida cotidiana fuera de los
centros educativos; o lo que es lo mismo, los estudiantes reproducen patrones
de comportamientos que predominan en nuestro medio, sobre esto me manifestaré
al final.
Desafortunadamente a
lo largo de la lectura pueden observarse patrones negativos de comportamiento
que tienen que ver con actitudes autoritarias y poco plurales, una de las conclusiones
lapidarias que resalta de inicio a la hora de la lectura del texto es la que da
cuenta que de que "la escuela como comunidad “segura e igualitaria” no
existe; por el contrario, es un espacio más de sobrevivencia para los
escolares" (2011:7).
Los autores por medio
de la observación no participante y las entrevistas informales en dos centros
educativos de La Paz y El Alto describen algunos datos que corroboran los
puntos expresados antes en los que se hace mención por ejemplo al sorprendente
dato de que la violencia como forma de expresión de poder no es exclusiva al
género masculino, según muestran cuatro de cada "diez alumnas están
involucradas en situaciones de acoso escolar, a la vez, seis de cada de diez
estudiantes varones se sumergen en el ámbito de la violencia" (2011:47).
La violencia que
transita desde lo verbal a la agresión física a menudo tiene que ver por una
necesidad de ocupar un puesto en el grupo en que está inmerso el estudiante, la
forma de destacar para ellos dentro del grupo es concebida mediante usos de
violencia y actitudes autoritarias, ahí se pueden observar ejemplos entre
varones tales como las expresiones "Sacá como hombre, pues, carajo" o
como la que hace honor al título del libro: “Paradorcito eres, ¿no? Maricón,
defendéte, carajo de una vez”; “Machito eres, ¿no? Ahora vas a ver quién soy
yo” (2011:86).
También es
interesante ver cómo la víctima que sufre la violencia diseña estrategias para
resistirla, al respecto se observan las siguientes posibilidades de respuesta:
responder al ataque con una reacción similar o mayor para balancear la
situación; atacar pasivamente mediante la sumisión y uniéndose a las órdenes
del que ejerce la violencia; o recurrir a un tercero para que le defienda
frente al agresor (2011:97).
Ya que se menciona al
que ejerce la violencia y el que la sufre, también es necesario hacer mención a
los testigos que presencian estos instantes autoritarios, aquí los
investigadores distinguen tres tipos de testigos: el alentador, el opositor, y
el encubridor.
Probablemente se
preguntará más de uno el por qué hacer mención a este texto en esta ocasión y
no antes, no es solamente porque sea un tema que debería tomarse en cuenta a
diario, que lo es sin duda; sino porque estamos entrando en un campo de lucha
electoral desde hace unas semanas atrás que con distintos grados de intensidad
reflejan en alguna medida una lucha entre candidatos en la que parecieran
decirse frente a frente quién es el más paradorcito de todos y no quién es el
que propone algo dejando de lado violencias verbales y/o físicas; sino hagan el
ejercicio de poner los ejemplos de agresores, víctimas y encubridores al
contexto de nuestra clase política en las últimas situaciones que ocurrieron y
les garantizo que se llevarán más de una sorpresa.
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