lunes, 21 de abril de 2014

Paradorcitos electorales


 
Francisco de Goya, Duelo a Garrotazos o la Riña




 
A menudo solemos atribuir a la formación educativa en las escuelas como uno de los factores estructurales del desarrollo o postergación de nuestras sociedades, esta conclusión por lo general es recurrente en reuniones informales en las que además de haber agotado el tema del fútbol y la religión intentamos arreglar el mundo por esta vía.

Al respecto, intentaré en lo que sigue no caer en esa espiral infinita de argumentaciones cotidianas apoyándome en el texto Paradorcito eres, ¿no?. Radiografía de la violencia escolar en La Paz y El Alto. De los investigadores Juan Yhonny Mollericona Pajarito, Javier Copa Uyuni y María Luisa Cadena Torrez; publicado por el PIEB el 2011.

Confieso que mi reflexión sobre este tema no será complicada porque en la mencionada publicación se hace un ingenioso e interesante análisis de la violencia estudiantil (bullying en inglés). También puede tomarse esta columna en el sentido de una reseña de texto, pero no de una de esas en las que se buscan por todos los lados los puntos flacos y comienzan los disparos de críticas, y es que la publicación a la que se hace referencia no hace más que engrosar un cúmulo de puntos que son claves y que están vinculados con una parte de nuestra cultura política en particular.

Para poner en contexto, el libro dice que el acoso escolar "no sólo implica que un(a) estudiante se "meta" con otro(a), es decir, que lo agreda, es más que eso: es dolor; es miedo; es rabia por no poder contestar la agresión, por no poder devolver la burla, el insulto" (2011:XI). Es decir, las formas de violencia no necesariamente son físicas, otro de los aportes de los investigadores al respecto es que la violencia entre iguales (alumnos) al interior de las escuelas se presenta como un problema que involucra relaciones de poder y desigualdad que son transversales a la vida cotidiana fuera de los centros educativos; o lo que es lo mismo, los estudiantes reproducen patrones de comportamientos que predominan en nuestro medio, sobre esto me manifestaré al final.

Desafortunadamente a lo largo de la lectura pueden observarse patrones negativos de comportamiento que tienen que ver con actitudes autoritarias y poco plurales, una de las conclusiones lapidarias que resalta de inicio a la hora de la lectura del texto es la que da cuenta que de que "la escuela como comunidad “segura e igualitaria” no existe; por el contrario, es un espacio más de sobrevivencia para los escolares" (2011:7).

Los autores por medio de la observación no participante y las entrevistas informales en dos centros educativos de La Paz y El Alto describen algunos datos que corroboran los puntos expresados antes en los que se hace mención por ejemplo al sorprendente dato de que la violencia como forma de expresión de poder no es exclusiva al género masculino, según muestran cuatro de cada "diez alumnas están involucradas en situaciones de acoso escolar, a la vez, seis de cada de diez estudiantes varones se sumergen en el ámbito de la violencia" (2011:47).

La violencia que transita desde lo verbal a la agresión física a menudo tiene que ver por una necesidad de ocupar un puesto en el grupo en que está inmerso el estudiante, la forma de destacar para ellos dentro del grupo es concebida mediante usos de violencia y actitudes autoritarias, ahí se pueden observar ejemplos entre varones tales como las expresiones "Sacá como hombre, pues, carajo" o como la que hace honor al título del libro: “Paradorcito eres, ¿no? Maricón, defendéte, carajo de una vez”; “Machito eres, ¿no? Ahora vas a ver quién soy yo” (2011:86).

También es interesante ver cómo la víctima que sufre la violencia diseña estrategias para resistirla, al respecto se observan las siguientes posibilidades de respuesta: responder al ataque con una reacción similar o mayor para balancear la situación; atacar pasivamente mediante la sumisión y uniéndose a las órdenes del que ejerce la violencia; o recurrir a un tercero para que le defienda frente al agresor (2011:97).

Ya que se menciona al que ejerce la violencia y el que la sufre, también es necesario hacer mención a los testigos que presencian estos instantes autoritarios, aquí los investigadores distinguen tres tipos de testigos: el alentador, el opositor, y el encubridor.

Probablemente se preguntará más de uno el por qué hacer mención a este texto en esta ocasión y no antes, no es solamente porque sea un tema que debería tomarse en cuenta a diario, que lo es sin duda; sino porque estamos entrando en un campo de lucha electoral desde hace unas semanas atrás que con distintos grados de intensidad reflejan en alguna medida una lucha entre candidatos en la que parecieran decirse frente a frente quién es el más paradorcito de todos y no quién es el que propone algo dejando de lado violencias verbales y/o físicas; sino hagan el ejercicio de poner los ejemplos de agresores, víctimas y encubridores al contexto de nuestra clase política en las últimas situaciones que ocurrieron y les garantizo que se llevarán más de una sorpresa.